La crisis en el sector agrícola y ganadero actual tiene mucho que ver con la falta de suministros y de materias primas. Sus costes han provocado que dichos sectores lleguen al límite por el ascenso descontrolado de los costes de producción.
Lo estamos viendo en los últimos meses, en los cuales los fertilizantes han subido un 300%, la energía eléctrica un 270%, el gasóleo un 73% y los piensos un 23%. Estos y otros incrementos son los causantes de la considerada campaña agrícola más cara de la historia.
Estamos ante un posible riesgo de que todas estas subidas conlleven una reducción de la oferta de algunos productos básicos presentes en las cestas de la compra del país. Y a esto se añade la incapacidad de reflejar estos costes extra en los precios de venta al cliente final por la política comercial.
A día de hoy, un número considerable de explotaciones agrarias están al borde de la desaparición. El mal uso de la cadena alimentaria y la presión de precios que marcan los supermercados se unen para empeorar la ya complicada situación.
También hay un riesgo derivado de esta situación: la pérdida de empleo. Muchos trabajadores pueden perder su puesto si se sigue reduciendo la producción. Y, además, añadimos otros efectos negativos: que las inversiones se vean comprometidas, que se abandonen más producciones y que aumente la dependencia de mercados exteriores.
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